WASHINGTON (AIPE).- Es inmensa la cantidad de nueva legislación promulgada durante el primer año de la presidencia de Bill Clinton. Algo parecido sucedió en el primer año de Bush. Mientras que los simpatizantes tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata tienden a exagerar las diferencias entre la administración Bush y la de Clinton, la realidad es otra.
La política exterior de Bush y Clinton son esencialmente similares. En cuanto a Rusia, un marcado interés por la estabilidad persuadió a ambos presidentes a apoyar al autócrata de turno, primero a Gorvachov y ahora a Yeltsin. En el Tercer Mundo, Bush y Clinton dirigieron la invasión de Somalia sin que ninguno de los dos pudiese articular una razón creíble en apoyo de la intervención norteamericana. Los refugiados haitianos, por quienes Clinton sentía mucha lástima durante su campaña presidencial, siguen siendo devueltos a Haití, como lo hacía Bush.
Las políticas internas de los años Bush-Clinton muestran gran continuidad. Bush aprobó el aumento de impuestos más grande de la historia americana, pero este récord duró sólo tres años, al aprobar Clinton un aumento de impuestos aún mayor. Y tanto Bush como Clinton ganaron las elecciones bajo falsas promesas: en el caso de Bush "ningún nuevo impuesto" y en el caso de Clinton "una reducción de impuestos para la clase media".
Nuevas regulaciones surgen de las imprentas del gobierno con la misma rapidez con que los burócratas logran redactarlas. La febril creación de regulaciones bajo Clinton simplemente continúa la tendencia iniciada bajo Bush, quien en sus primeros tres años dio marcha atrás al esfuerzo desregulador de Reagan. Las leyes sobre Inválidos, Aire Puro y Derechos Civiles condujeron a las regulaciones más costosas de nuestra historia.
La política federal contra el crimen permanece igual; nada ha cambiado en la devoción al fútil esfuerzo de controlar las drogas. Todas las provisiones sobre confiscación de propiedades y largas sentencias impuestas a consumidores y narcotraficantes sin antecedentes penales siguen siendo vigorosamente aplicadas bajo Clinton.
En cuanto a educación pública, Clinton continúa la política de Bush de imponer temas de moda a los programas de estudios y a pesar de que los candidatos Bush y Clinton anunciaron entusiasmadamente durante sus campañas electorales una reforma a fondo del sistema de asistencia social, la administración Bush-Clinton ha mostrado muy poco interés en instrumentar tal reforma, con excepción de lo que se han visto obligados a hacer por el Congreso.
Las similitudes de estilo de Bush y Clinton son también sorprendentes. En ambas administraciones hay extrema preocupación sobre cómo se ven las cosas y no tanto sobre el contenido. Uno se pregunta qué motivó a ambos a buscar el cargo, más allá del gusto por el poder. No se nota ninguna misión ideológica como fue el caso de Reagan y, en forma diferente, con Carter.
Hay, claro está, algunas diferencias, como por ejemplo en sus posiciones ante el aborto, pero aún en eso, tanto Bush como Clinton le dieron la espalda a posiciones moderadas, asumiendo posiciones absolutistas para satisfacer a grupos dentro de sus partidos.
A pesar de la rivalidad mostrada en la campaña del 92, ambos candidatos favorecían mayores impuestos, mayores gastos, más regulación, mayor déficit, mayor crecimiento del gobierno federal y todo ello bajo la manipulación de una administración sin raíces filosóficas. La similitud entre Bush y Clinton explica porqué un candidato problemático como Ross Perot obtuvo 19% de los votos. Mucha gente sentía que la "opción" Bush-Clinton tenía tan poco sentido como escoger entre el dentífrico Colgate y Crest.
* Analista político del Cato
Institute, fundación privada de estudios públicos.
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